sábado, 18 de abril de 2009

Crónica de una actividad anunciada

Preparar una actividad para los chavales va más allá del tiempo que dura la propia actividad. Hay que saber qué haremos, cómo, repartir tareas y cruzar los dedos para que todo salga como se pensó. Esta es la crónica de lo que nos ha supuesto ir esta mañana al parque de la Ciutadella y de lo que, a la hora de la verdad, ha sucedido.

El antes...


· Decidimos en la reunión de monitores que iremos a la fiesta de la tierra en el parque de la Ciutadella (hace 15 días)

· Una monitora se ofrece a informarse de lo que podemos hacer en la fiesta (hace 15 días)

· Hablamos con las familias para recordarles que el sábado tenemos actividad y, de paso, saber cómo están, qué tal pasaron estos días, recordarles que los chavales desayunen bien y que -en algunos casos- no se olviden de traer chaqueta! (hace tres días)

· Enviamos un mail a los/as voluntarios/as para saber con cuántos monitores contamos finalmente y concretar cómo quedamos (dos días antes)

· Los monitores responden al mail (un día antes)


... y el después...

· Los monitores quedamos a las 10. Antes, una monitora ha ido a por la mochila con los documentos y las cosas básicas y ha comprado las tarjetas de metro.

· Nos enteramos de que contaremos con una monitora menos porque en el otro grupo de monitores -que trabaja con otro grupo de niños- hay una baja y necesitan refuerzos.

· Decidimos a qué chavales vamos a buscar cada uno.

· Llegamos poco a poco. Vamos con retraso, son las 10:40 cuando llega el último grupo (algunos niños estaban durmiendo).

· Nos sentamos, pasamos lista, explicamos a los niños lo que haremos y nos dividimos en dos grupos (grandes y pequeños) con sus respectivos monitores.

· Subimos al metro. Bajamos y resulta que, como están en obras, nos hacen salir por otro sitio.

· Nos confundimos de calle, retrocedemos y encontramos el camino.

· Llegamos al parque y no encontramos las actividades programadas para niños.

· Preguntamos. Nos dicen que llevan casi una hora de retraso y que de momento no hay nada.

· Cunde el pánico, encontramos a una cuentacuentos sola y nos vamos con ella.

· Acaba al cuento y sigue sin haber más actividades. Decidimos dividirnos pequeños/grandes y jugar por nuestra cuenta.

· Volvemos a casa. Hacemos las filas. Los pequeños empiezan a andar; a los grandes (de 8 a 12 años) les cuesta más, no logran mantener la fila y cada dos por tres paramos para reorganizarnos.

· El tranvía llega a lo lejos y la fila se deshace de nuevo: ¡tenemos que correr para que no se nos escape!

· Bajamos del tranvía, estamos a dos calles de casa. Nos vuelve a costar hacer la fila. Empezamos a andar, paramos, andamos, paramos. Tardamos más de veinte minutos en llegar.

· En el último semáforo uno de los niños más grandes pega a otro. Lloros, alboroto, discursito de la monitora.

· Llegamos a los campamentos, conversamos con las madres y nos despedimos de los chavales.

· Los monitores nos encontramos en la sede para hacer la valoración del día: ¿Qué fue mal? ¿cómo lo podemos arreglar? ¿lo hemos pasado bien?

· Decidimos qué haremos el próximo día, nos repartimos las tareas y... vuelta a empezar!

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