“... que no, que a los pobres también les dan tarjeta, la Platino, que piensas que es algo pero no. Las tarjetas que realmente valen son las negras; con una de esas pagó 'fulanito' el helicóptero, ¿recuerdas? Sí, al que le incautaron la empresa y que ahora está preso...”El metro entra en el túnel y me pierdo el resto de la conversación. Luego me da la risa al recordar a una amiga a la que, en el trabajo, una vez le dijeron que no tenía cara de tener tarjeta.
Y entonces se me va la olla... ¿dicen nuestras tarjetas lo que somos y muestran nuestra condición social? ¿Somos lo que parecemos con nuestras tarjetas?
Miro las que llevo en la bolsa: la tarjeta del metro, la del banco (ups, caduca el mes que viene!), el dni (también caduca!), otra del banco que casi nunca utilizo, una tarjeta del curro con canciones anotadas en el reverso, la de la cooperativa que no me piden porque me conocen, la del Día, otra de Europa Press de los años mozos, la tarjeta sanitaria y la de la biblioteca.
En total ¡diez! No sé si las tarjetas dirán o no algo de nosotrxs, pero después del recuento creo que llevo peso de más en el bolso!